LA CARNE ES UNA MENTIRA
A dos teclados, entrevista con Ana
Maria Aboglio
(Versión en pdf para descargar: http://www.sendspace.com/file/i7fr7c )
Fundadora de la asociación por los Derechos Animales ÁNIMA, en Argentina, la
Dra. en Derecho Ana María Aboglio centra su trabajo en la ética y la filosofía
de los derechos de los no-humanos. Autora de varios libros de ensayo y
narrativa al respecto, participa al mismo tiempo en numerosos seminarios,
paneles de discusión y encuentros acerca de las bases y las estrategias de la
reivindicación animalista, la voz de los sin voz.
Xavier Bayle: El dogma que supedita los intereses del animal humano a los
del animal no humano ha sido sólo posible dividiendo ambos mundos. Eso podria
ser justificable si viviéramos en dos planetas diferentes, con diferentes
biocondiciones y fisiologías adaptadas a ellas, pero no es así. Sin embargo la
linea divisoria que decidimos trazar entre ¨ellos¨ y “nosotras¨ nos permite
utilizarlos mediante normativas llamadas erróneamente ¨derechos animales¨ y que
no son más que derechos humanos, dirigidos a satisfacer nuestras conciencias.
Contra ese dogma y para cohesionar nuestra emparentación empleas a menudo la
palabra Humanimalidad. ¿Cuáles crees
que son los motivos que generaron dicho dogma? ¿Podrías enunciar al menos los
más importantes?
Ana María Aboglio: Cuando hay un “otro ahí adentro”, me cuesta imaginar un
caso donde pueda justificarse la apropiación servil destinada a satisfacer los
propios intereses. La cuestión se magnifica al constatar que no solo se supeditan los intereses fundamentales de los otros animales
a los de los animales humanos en caso de
conflicto de intereses, sino que son
desestimados como norma. La excepción
se permitirá, si es conveniente, siempre que se asegure su permanencia en la morada de inferioridad que les hemos
construido para someterlos.
El término humanimalidad
lo tomo de Carrie Packwood Freeman, quien lo propicia en Embracing Humanimality, justamente para rescatar nuestra
pertenencia a la animalidad, deconstruyendo la dicotomía humano/animal. Tiene
un tono fuerte, como un recordatorio. Une lo inseparable, alerta por sí mismo,
renuncia a la división… Me recuerda mi andar en el activismo que, pensando en Derrida,
diría que hago a paso de loba, “…como una especie de fractura inaparente, sin
espectáculo, cuasi secreta, clandestina, una entrada que hace lo que sea para
pasar desapercibida y, sobre todo, para no dejarse detener, interceptar,
interrumpir.”
En mi opinión, dado
que el uso de los otros animales es consecuencia de la dominación atroz que les
imponemos, los motivos de fondo que generaron ese dogma exceden el llamado
especismo. El dominio de los “salvajes” se ha hecho sobre el Otro, el
diferente, especialmente cuando impide o paraliza las voluntades/deseos
propios, sean animales no humanos o humanos. Es en esta zona donde lo salvaje
se elimina si molesta o, en su caso, se doblega para dar paso a lo domesticado/civilizado.
O sea, lo desaparecido como tal, para producir su alejamiento de la naturaleza/barbarie.
Suele integrar un esquema donde también la vida no sintiente carece de valor
por sí misma: un árbol sirve como medio para un fin humano, sea sombra, paisaje
o madera, ni siquiera es el hogar que pertenece a otros animales.
Entiendo que ese dogma, si bien está arraigado en
prejuicios individuales, está sostenido desde lo institucional a través de una
violencia que se imparte invisibilizada o disimulada a través de la
globalización del uso de los otros animales. Y que su origen forma un entramado
de poder y dominio de humanos sobre esos humanos a quienes se tildaron sistemáticamente
de inferiores para someterlos o eliminarlos, con el objetivo de apropiarse de
sus tierras y recursos.
La identidad, la individualidad, la personalidad caracteristica, convierten
a las humanas en personas. Dichos rasgos los poseen -hasta lo que sabemos-
muchas otras especies. Los animales no humanos son personas en el plano neurológico
y debieran serlo en el jurídico, precisamente con objeto de protegerlos.
La otra mirada
que propongo para llegar al individuo tiene diferentes facetas conjugadas alrededor de lo sensible ─no
solo en el animal sino como espacio nacido entre realidad y fenómeno─. No es
un simple mirar: comienza con la observación, que es una mirada cargada del
marco teórico apto para despertar la empatía.
Los derechos de los animales no humanos son una deuda que tenemos con la
evolución de la ética, y me atrevería a decir la más importante, dado que las
niñas, las mujeres, las homosexuales, las migrantes, las pobres, las
refugiadas... y en definitiva las personas marginadas poseen dichos derechos
fundamentales (aunque lamentablemente en muchas ocasiones suelan no aplicarse).
Sin embargo para la mayoria de los animales no humanos se aplica el derecho a
un ¨trato humanitario¨ (que regula tambien su explotación y muerte). ¿Qué otros
argumentos podemos presentar para defender la idea del derecho del animal no
humano?
Efectivamente, los derechos de las minorías se han
ido afianzando como luchas sectoriales que pasan a integrar la lista de
derechos humanos ya consagrados para todos. En nuestro caso no es tan sencillo,
si vamos a hablar de derechos legales.
Conceptualmente, cuando se habla de “derechos” suele hacerse referencia a los
derechos legales. A su vez, podría darse el caso de que se otorguen verdaderos
derechos sin partir de una teoría de derechos morales, digo, como la clásica de
Tom Regan.
Por esto, a la hora de hablar de derechos legales,
cualquiera sea la postura ética que asumamos, debemos entender dos cuestiones:
1ª) El ordenamiento jurídico vigente diferencia a las personas de las cosas. Los
otros animales son clasificados como cosas, que son objetos de derechos; por lo
tanto no tienen derechos porque solo las personas, sean
físicas o jurídicas de cualquier tipo, pueden tenerlos. La legislación ha ido
receptando su sentiencia a través de las normas de protección y bienestar
animal, la cuales suelen estar fundamentadas en la protecciòn de intereses humanos, como evitar la extinción
de una especie o condenar la crueldad implìcita en el mero “matarlos por solo espíritu
de perversidad” ─como establece el artículo 3 de la ley penal
14.346, de Argentina, tipicando uno de los casos de crueldad─. Las
cosas, aun cuando pasaran a denominarse “seres sintientes”, mientras sea
factible su uso y apropiación por parte de las personas, tendrán un valor
instrumental, lo cual no significa que esa denominación, caso de que fuera
receptada en la normativa vigente, pueda ser incorporada en la articulación de los
fundamentos que un juez recepte en su sentencia al aplicar una norma
proteccionista. Pero si los otros animales no tienen derechos, discutir el
“derecho” a una muerte sin dolor, por ejemplo, es patético desde varios puntos
de vista. En Europa y EE.UU. se habla y escribe acerca del derecho al bienestar
animal, es decir: el derecho a ser usado “humanitariamente.” Estas normas
integran el llamado Derecho Animal, sumadas a diferentes clases de leyes que
son parte del derecho civil, penal, etc., que dan cuenta del derecho como
realidad social. Este el núcleo que da origen a la teoría abolicionista
desarrollada por Gary Francione, y que muchas veces se tergiversa o solapa con
su base filosófica. 2ª) No necesariamente tiene que liberarse a los otros
animales por la vía de los “derechos.” Incluso algunos autores dudan de que un
sistema pensado para someterlos pueda ser el que los libere. Pero también es
dudable que si mantenemos un orden jurídico que otorga derechos fundamentales a
los humanos se pueda llegar a proteger realmente los intereses de los otros
animales sin otorgárselos. A su vez, en todas las campañas que organicé y
participé, si usé el término derechos
fue por esa fuerza político-social que despierta, ligado a un concepto de
justicia.
Revirtiendo la idea, puedo acaparar a su vez la
atención hacia el lugar donde reflexionemos acerca de nuestra relación con la
animalidad en su totalidad, incluso la que nos habita, y luego pensemos en
nuestros deberes hacia ellos y ellas. Entonces la pregunta nos exige pensar(nos)
en nuestro ser/hacer hacia quienes no podemos siquiera entender cómo piensan/sienten:
la mente animal no humana es un misterio mayor que la nuestra. Participo de la
idea de que la mente de cualquier ser sintiente no es producto aislado del
cerebro, sino que el cerebro la sostiene con un determinado cuerpo, con
determinados medios de percepción. Y no, no es posible, nunca sabremos qué es
ser un murciélago.
¿Dónde concluyen los derechos para los no humanos? Garantizar vida, integridad y libertad (y lugar para ejercerla)
son esenciales, pero ¿crees que entraría en el debate el concepto de dignidad?,
¿de qué modo crees que se pudiera violar la dignidad de los no humanos?
Pienso en el camino inverso: porque tienen dignidad les deberíamos otorgar
ciertos derechos básicos, comenzando por el hecho de que dejen de ser usados
como medios para fines humanos. No es posible sentarse a debatir sobre qué
derechos básicos tienen mientras estén sujetos a un régimen de esclavitud, pues
la propiedad es un derecho humano altamente protegido.
Pero observemos el tema desde otro lugar.
La gran identificación
que desde la Revolución Francesa iguala a la máscara –de donde proviene el
vocablo persona-, con el Hombre, no debe hacernos olvidar que el vocablo
rescata lo racional del humano. Jackes Maritain así lo definió cuando redactó
la Declaración Universal de 1948, al considerar a la persona como cualificada
por la soberanía que todo hombre ejerce sobre su parte animal, de la que se
convierte en “dueño.” Más tarde, el poder que decide quién es o no persona o
cuasi-persona, trazó los confines que delimitaron las zonas donde moraban
quiénes podían o no vivir, incluso de quienes podían ser “matados” en vez de
“asesinados.” Ahora bien, si la sensibilidad es una adaptación evolutiva que
permitió la supervivencia de los animales de una determinada manera en el
planeta, es porque esa sentiencia es sierva de la vida.
El vegetal –y lo vegetativo en el animal─, se
tiene que contentar en la clausura que implica su relación con el mundo. El
animal, permitime el término, se torna proactivo, de manera que modifica y es
modificado por el entorno de manera proyectiva/afectiva. En el máximo del
desarrollo racional que se da en el animal humano, donde cobra posición central
la “persona”, ¿acaso lo voluntario no está sostenido y tal vez gobernado por
las sensaciones más profundas que residen en lo orgánico? Lo racional ─magnificado en su concepción personalística─ sería un
instrumento de auto conservación de lo orgánico individual. Un instrumento de
lo más importante: la continuidad de la vida. Así que a la razón se le
caería el primer premio en el certamen de lo más digno. A fuerza de entronarla,
desvirtuamos su uso, o directamente dejamos de usarla.
Una de mis escritoras preferidas fue Marguerite Yorucenar (vegetariana),
redactó -a su pesar-, la primera
Declaración de los derechos animales (http://www.me.gov.ar/efeme/diaanimal/derecho.html), en la que se mencionaban sus derechos fundamentales, aunque también
aplica el utilitarismo de Singer. En el punto b del artículo tres ¨Si es
necesaria la muerte de un animal, ésta debe ser instantánea, indolora y no
generadora de angustia¨, pues abre interpretación acerca de lo ¨necesario¨, el
6b ¨ El abandono de un animal es un acto cruel y degradante¨, el 7 se refiere a
los animales ¨de trabajo¨, el 8 regula su uso en experimentación , el 9 su uso
¨para consumo¨ y así sucesivamente, hasta tal extremo que los principios
fundamentales de los primeros puntos quedan completamente anulados por las
observaciones de los siguientes puntos. Creo firmemente que es hora de escribir
una nueva Declaración Universal realmente basada en los intereses de los no
humanos, basándose en el aspecto sensocentrista e incluyéndolos verdaderamente
en nuestra esfera ética. ¿Te interesaría redactarla?
Escribí mi opinión acerca de esta Declaración
bienestarista, como así también lo que sucede en general con cualquier tipo de
declaración que no obliga a la subsiguiente sanción de normas en consecuencia
con ella. Escribí un breve artículo al respecto.
En realidad, hace mucho que hay una nueva
Declaración. Aquí su texto que traduje con autorización de sus autores: Declaración Universal de los derechos
animales. No creo que
tenga sentido ir más allá en lo que respecto a un enunciado por ahora tan
“verde.”
Marguerite escribió algunas frases maravillosas
respecto de estos temas, como corresponde a lo terriblemente buena escritora
que fue. Creo que su posición, viviendo en estos tiempos, hubiese sido más radical,
aunque no lo sé. El tiempo, como ella diría, es un gran escultor.
Que incluso conjuga sus obras desde la perspectiva de
Mishima contemplando el vacío.
Hablando de las consecuencias que los alegatos de los animales no humanos (
emitidos por nuestra voz ) y desde una visión sensocentrista ideal del mundo,
las humanas veganas estaríamos éticamente legitimadas para consumir por ejemplo
insectos, esponjas, moluscos... e incluso cadáveres humanos o cuerpos de
personas que padecieran un coma irreversible (con el consentimiento de sus allegadas).
¿Por qué crees que no lo haríamos?
Aquí habría que
distinguir dos casos. El primero tiene más bien relación con la pregunta por el
carácter de sintiente de ciertos animales como los insectos, en la medida en
que tengamos una posición sensocéntrica. Las abejas tienen casi un millón de
neuronas interconectadas de maneras aun desconocidas, con una densidad neuronal
de cerca de diez veces mayor que la de los mamíferos. Preferiría darles el
beneficio de la duda. Igualmente para esos animales de los que se sabe bien
poco, como las esponjas. A mi juicio, aunque la sentiencia sea un factor clave,
en cuanto a cómo deberíamos vivir, creo que: “¡hay más cosas en el cielo y la tierra, Horacio, de las que se sueñan en
tu filosofía!...” Puedo comenzar por no apropiarme de la vida sintiente y más
allá derivar una filosofía que tal vez no sea tan normativa sino que apunte a
qué clase de personas deberíamos ser.
“Somos
dioses cuando soñamos y mendigos cuando pensamos”, también creo que el
principio de caución es indispensable. Si bien hay que aplicar ciencia no hay
que olvidar que en ciencia nada de lo que “es” deja de ser tarde o temprano un
“parecía que era”. La ciencia, la cultura, ciertas leyes, los lenguajes... son
todos orgánicos, tanto como nosotras, sujetas y obligadas a cambios...
El segundo caso tiene que ver con la aversión al
canibalismo y la “dignidad” de la persona humana, como así también con todo lo
que la comida tiene de simbólico para nosotros, eso que nos lleva a
convertirnos en comensales, porque hacemos algo más que alimentarnos para obtener
nutrientes: nos reunimos alrededor de una mesa para compartir la comida con
otro(s), dentro de actos sociales que incorporan esa reunión como lazo familiar,
amoroso o de amistad. Comer carne humana es tabú, mayor que el que en Occidente
integra también el comer a perros o gatos, con quienes mantenemos cierto tipo
de relación. Aquí es donde se nota bien un uso moldeado a imagen y semejanza de
las necesidades humanas, porque se define una especie como comestible y a otra,
con características biológicas similares, como compañía. Es lugar de
oportunidad para quienes suelen querer introducir el relativismo ético. Pero
nadie se come a sus padres, como cuenta Herodoto que hacían unos indios de la
tribu de los calatias. El cuerpo humano no es “carne.”
¨La carne¨ es un nombre perverso que creamos para definir algo que es
considerado como un producto de consumo más. ¿En qué crees que consiste la
falsía de dicho nombre y del concepto que conlleva?
La palabra “carne” hace desaparecer al animal real, borrando las huellas de
la complicidad en un asesinato. Estamos preparados para no pensarlo así, porque
nos enseñan que a los otros animales se los mata, no se los asesina. Y para qué
recordar aquello de que el animal no muere, de que solo el humano lo hace
habida cuenta de su concepto/conciencia de la muerte. Pero como la tradición
filosófica occidental secularizó con Kant el tomismo que indicaba obligaciones
indirectas para con los otros animales, estamos repletos de leyes ─y en mi caso, de algunos colegas─ que afianzan el
concepto de que hay que respetarlos porque dañar a los animales es indicio de
posibles futuros daños a seres humanos. No es que les debamos algo a ellos y
ellas, dijo Kant, sino que la crueldad debe rechazarse porque preludia
agresiones a seres humanos, con quienes sí tenemos obligaciones directas. Así
que cuidado. Ya lo dijo el FBI, a través de su famosa trilogía inculpadora ─que
aún no se ha podido probar─: el asesino serial tiene antecedentes, es
incendiario y/o tiene incontinencia urinaria en una edad en que ya no
corresponde, y/o es cruel con los animales. El mensaje de un defensor de los
animales no debería coquetear con esta idea que tanto nutrió y nutre al
bienestar animal. Ni siquiera sería una estrategia inteligente. Y todo esto sin
mencionar el boomerang que este argumento puede representar.
Carol Adams nos familiarizó con la “estructura del referente ausente”, por
la cual el nombre y el cuerpo del animal desaparecen para convertirse en eso
llamado “carne” o en un subproducto comestible. El animal real pasa a ser un
referente ausente. Alrededor de los ’50 la industria ganadera instaló sus
productos como parte de los 4 tipos básicos de alimentos “necesarios” para una
buena nutrición, dándole un gran empuje a sus productos, tan globalizados a
partir de la invención de la hamburguesa dentro del carril de la comida rápida.
A principio de siglo, sin embargo, había unos 20 tipos de alimentos. Hace poco
se alivió el peso del tema en relación a las proteínas: tenemos un plato, ya no
una pirámide, y en ella se habla de “proteínas”, las cuales pueden provenir de
fuentes vegetales. Como digo en “Creando necesidades innecesarias: la
invasión láctea”, se
incita a cubrir una necesidad, pero en realidad se está instalando una simple
costumbre a partir de crear un gusto por los productos animales, impulsando una costumbre gastronómica para la
comensalidad y un producto asociado a lo saludable. Si como defensores de los
no humanos hay una muy buena justificación para no ingerir productos animales,
como personas que necesitamos incidir en un cambio social de mucha magnitud
tenemos que trabajar también en el cambio de paradigma nutricional, incluyendo
en él la ética que rechaza el uso de los otros animales, de manera que la
mentira de la “carne” desaparezca.
Las niñas humanas se comportan a menudo como los no humanos, torturando y
asesinándolos. ¿Qué tipo de medidas se podrian aplicar para que ello no
sucediera? Por supuesto la educación es básica, pero existen muchos casos donde
las niñas humanas, como reacción al totalitarismo de las adultas y a sus
espaldas, infringen daños a personas más inocentes, generalmente del mundo
animal no humano y frecuentemente a animales llamados domésticos...
Las niñas y las adultas. Y también pueden torturar
o matar a otros humanos si es un asunto de reacción por problemas psicológicos.
Por lo tanto, es un problema más general que implica soluciones más profundas.
Lógicamente, en el campo de los no humanos encuentran mayor impunidad al
hacerlo, pero nuestra tarea no es diferente por el hecho de que alguien tenga
patologías específicas. Nuestra tarea es movilizar, provocar la reflexión, desalienar,
quitar los disfraces e incidir en pos de cambios sociales que posibiliten la
consideración moral en relación a todos los animales no humanos. La otra mirada se enseña, y el veganismo puede
ser a su vez un ejemplo básico y directo de enseñanza. Pero como todo el
aparato institucional va a contramarcha, a veces ocurre que, lamentablemente,
el activista se encierra en una especie de causa de grupo, como si se olvidara
del objetivo. Aparecen dos desviaciones del mismo. La primera, ceder a la
tentación centrarse en “los veganos”, como si se tratara de juntarse entre
amigos o constituir una opción de grupo. La segunda, al realizarse campañas
parcializadas que resultan de una suma de “estar en contra de …” El resultado
es un caos en el mensaje que recibe el público y en las situaciones internas
que se presentan entre los mismos activistas. También encuentro confusión en
las líneas de discurso: no se puede decir lo mismo a todos o en cualquier lado.
Y para defender la promulgación de una prohibición legal en una Legislatura,
tengo que ser una abogada defensora de ese proyecto como parte de un entramado
ético-legal de fondo que también lleve a esa zona la política antiesclavitud.
De lo contrario no estoy politizando el movimiento, como tampoco lo estoy
haciendo si busco cerrar una puerta acá mientras sé que se están abriendo otras
allá. Construir una sociedad donde no se use a los otros animales como recursos
no se agota en difundir el veganismo: hay que minar esa invitación a usarlos
permanente que supone el especismo como
ideología, es decir, la propiciada por los intereses creados. Es algo
parecido a poner a un humano en situación de escucha respecto de estos temas, porque no pueden hacerlo si tienen la
cabeza ocupadísima con esas ideas imperantes que ni siquiera se han puesto a entender.
Si además pretendemos una dación de “derechos animales” en un planeta que sigue
siendo polucionado y destruido exterminándose directa e indirectamente a los
que lo habitan, ¿de qué movimiento estamos hablando? ¿De uno donde no haya
animales domésticos ─como reza el abolicionismo ortodoxo─ ni
tampoco salvajes o donde queden algunos confinados en “reservas”? Hay que
trabajar en los dos frentes, el educacional y el sociopolítico. Pero el cambio
pasa por el cambio en las personas, porque como están dadas las cosas, el
abolicionismo puede ahogarse entre “protestas.” Sé que es posible demandar prohibiciones concretas, pero debería
hacerse sin desmantelar el fundamento abolicionista (prohibiciones y “aboliciones”
que remiten al fin fin de la esclavitud animal en general), remitiendo a programas
holísticos y en su caso, cercando la actividad con medidas, por ejemplo,
impositivas. Eso sí, cada vez que, en la búsqueda de la consecución de estos
objetivos, llegue masivamente un mensaje relativizado o parcializado, se estará
perdiendo un tiempo irrecuperable para luchar por las ideas de la liberación
animal.
El trato humanitario ¨real¨, es decir, el uso de animales no humanos que
pudieran teóricamente ser tan bien tratados como puedan estarlo los no humanos
que viven con nosotras en casa, por ejemplo una gallina rescatada de una
granja, ¿es legítimo?.
Si ingresamos un animal no humano que hemos
rescatado, de cualquier especie, simplemente corresponde que pueda vivir de la
manera que pueda, que será dependiendo de nosotros. Otra cosa es preguntarse
si, no habiendo esclavitud animal, deberíamos dejar que subsistan o no los
animales domesticados “bien tratados.” Estaré hablando de esto en un próximo
ensayo/conferencia.
Ana María Aboglio. Diciembre/2013
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